domingo, 1 de mayo de 2011

LOS INSOLITOS HABITANTES

Era una vez. No, no era. Es aún, pues hace unos meses  viví con los INSOLITOS HABITANTES. Ellos habitan en un lejano lugar de Sur América, pero en un avión llegaríamos allí en pocas horas. Es una región tan lejana y tan cerca que cualquiera diría que no existe; bien, un muchacho aborigen y yo nos hicimos amigos y él me decía: - Amigo, ¿es muy cierta esa historia que me contaste?- A lo cual, respondía: -si no es cierto, que mañana me muera. El  esperaba el nuevo día asustado, en la incertidumbre, porque su gente le decía: -Tonto, ¿Cómo vas a creer esas cosas del extraño? Al amanecer, cuando mi amigo vio que aún vivía y no moría, salió en alegre  carrera a contárselo a los suyos a quienes decía: - Vean, es cierto, él no miente, aún vive, juró a morir si mentía y no ha muerto.
 ¡Vive! ¡Vive! Es cierto-. 
  Una tarde plateada, cuando los inmensos árboles se mecen para esparcir el canto del “cristo fue”  y  los bucares cargados de soles en flor, en sus altos copos, pintan de oro y luces  la tarde, los niños de la tribu me rodearon, estábamos bajo la sombra de la arboleda que cubre la orilla del río, la hierva color esmeralda, estaba fresca y el sol de un amarillo suave, se despedía con una sonrisa de nubes apacibles; muy cerca del gran salto, caía el agua en interminable llovizna, con su  eterno canto de paz y alegría, Allí los niños me hicieron jurar que no mentiría y me pidieron que contara de nuevo, todo cuanto mi amigo pregonaba por  la tribu. -


 Bien, (comencé), las ciudades están hechas de enormes edificios, más altos que los bucares, las ceibas, los cocoteros y las palmas de los moriches. Todos soltaron las risas al mismo tiempo y de inmediato,  una niña llamada Yuraima, me interrumpió: - ¡OH! Señor, que mentira tan alta. ¿Cómo “creer” Ud. que  casa-edificio,  ser más alta, como inmensos árboles?  -Pues, si las hay y en ellas viven más personas que en esta tribu.                                                                        -Les contesté. 
 - NOOO.  - Replicaron.  – Si Uds. No me creen, ¿Cómo hago? No les contaré nada.- Les dije.  – Oooh. Se afligieron todos. Luego comenzaron a gritar a una voz: - Que nos cuente. Que nos cuente. De inmediato volvió Yuraima a la carga y me pidió: - Contar, si,  del carro,  avión y del vapor... Como quieran – les dije- Los carros son unos aparatos donde los habitantes de la ciudad corren con mucha rapidez, tan rápido que pueden dejar a tras a un venado. - Fui fuioo.  Silbaron algunos, otros se taparon la boca para aguantar la risa.
         El avión- proseguí- es como un enorme pájaro, pero hace mas ruido que las guacharacas, los conotos y los arucos en las mañanas, es mas veloz y sube más alto que el gavilán y dentro de su enorme buche, cabe cómodamente toda la gente de la churuata. Esta vez los niños no aguantaron más y todos reían a grandes carcajadas, unos rodaban  sobre la hierba  temblorosos de la risa, otros se encogían poniéndose las manos en el estómago y otros se tendían boca arriba y lanzaban piernas y manos al aire. Todos reían a grandes carcajadas. Entre tanto, la tribu me había rodeado y también todos reían, luego continué: - bueno me falta el vapor. El vapor es como una inmensa curiara (canoa), donde caben muchas personas, animales y todo lo que se quiera llevar, no hay necesidad de remarla, no usa canalete y puede ir contra la corriente. Preguntó un niño:- ¿cómo anda?-  Tiene una poderosa máquina.  Le respondí.

– El jefe intervino: - Basta de historias. Ya verás que ni ciudad, ni edificio, ni otra tribu es mejor que esta. El cacique palmoteo las manos: pla, pla, pla. Y como un rayo aparecieron varios hombres nativos, luego ex tendió su fuerte brazo y señalando al río dijo: -cazadores de las aguas, quiero peces del río.   En ese mismo instante pasé mi vista sobre el río y sonreí al ver las aguas tan apacibles, tan tranquilas, que parecían una larga cinta de plata, luego mi atención la interrumpió  el grupo de hombres que tensaban sus arcos con increíble agilidad, pues, igual que estiraban los arcos, tensaban los músculos de sus brazos. Soltaron las cuerdas y las  flechas se clavaron como una lluvia de relámpagos en el río y como un resorte salieron de nuevo a la superficie, cada una con un pez atravesado.  ¡INSOLITO! -Exclame. Luego el cacique, dijo:- Cazador quiero a mis pies, al primer ave que intente pasar, este espacio. Un solo hombre dio un paso, se acostó en medio del patio de la churuata, echó los pies al aire, para con ellos sujetar el arco y así, haciendo presión lo estiraba. El hombre esperó en esa posición un largo rato, hasta que apareció un ave, volaba tan alto que no se podía distinguir su clase. El hombre soltó la cuerda y se disparó la flecha con una cuerda, subían velozmente, flecha y cuerda, como un cometa, hasta alcanzar al ave y derribarla. El pájaro  cayó a los pies del cacique con el corazón atravesado, era un veloz gavilán. 
  - Bien, bien gran cacique. Exclame. - Esto tampoco me lo creerán los niños de las ciudades. No es nada. –Dijo el cacique – Ya verás como uno de mis hombres peleará con una fiera de las aguas. El cacique sacó de su cintura un enorme cuchillo de madera labrada, se  dirigió a uno de los hombres y le dijo: -Ahora tú, guerrero de las aguas, pelearás con  aquél caimán que,   en la otra orilla del río, descansa  El guerrero tomó el cuchillo, se lo llevó a la boca y sujetándolo con sus poderosos dientes, se lanzó como una flecha a las aguas. 




El caimán al oír el impacto y ver el celaje de las aguas, comenzó a moverse desde la playa; lentamente caminaba. La enorme fiera se zambulló en el río y por un instante, no se veía ni hombre ni caimán. De repente, el hombre flotó a la superficie para respirar y en ese instante, también emergió la fiera y le lanzó al hombre un fuerte coletazo, El  brincó y se apartó como un pez sobre la inmensa ola de agua;  pero el caimán  no perdió tiempo y esta vez atacó con su poderosa mandíbula y sus garras,  el hombre volvió a esquivarlo y dando un gran salto se monto sobre el  rugoso lomo del caimán, como si este fuera un caballo. El monstruo sintiéndose dominado se enfureció y con toadas sus fuerzas dio una fuerte  sacudida,  que  ambos salieron por los aires disparados; pero el hombre, más fiero que la fiera, se aguantó con toda la fuerza de sus brazos y al caer nuevamente al agua, antes de hundirse,  se vio que  con rapidez asombrosa( jamás vista ) el hombre hundió el cuchillo en la amarilla garganta del gigantesco lagarto; pero estos animales nunca mueren al instante  y así mortalmente herido el animal lanzaba dentelladas y  coletazos. Era impresionante ver al guerrero, que como si hubiese vivido toda su vida en las aguas, hacia uno y otro lada esquivaba al moribundo anfibio y  cuando este estiro la mandíbula y las patas. Él lo   agarró por la cola y hacia nuestra orilla lo arrimó. Una vez puesto en tierra,  todos exclamaron asombrados: - ¡Enorme animal !



En buen lío me he metido, ustedes no me creen lo de las ciudades y   esto tampoco, me lo creerán los niños de las ciudades. El Cacique respondió: - He visto tu asombro,  en cambio para nosotros, eso es normal; tal vez, así a nosotros, nos ha sucedido, con tus historias de tus insólitas ciudades. 





     



  Desde ese día las ciudades y sus adelantos gigantescos son contempladas con asombrosa curiosidad por los INSOLITOS HABITANTES, que viven retirados, remotos y sin embargo, cercanos.
                     

  “Colorin colorao” , este cuentos se ha “terminao”.  

                 Narciso A. Méndez  Pérez. –Tlfno. 0416-826.60.71
                                                             Email: fliamendez@cantv.net