viernes, 3 de febrero de 2012

El niño y el arrendajo




               
                            EL NIÑO Y EL ARRENDAJO 
                      
   Autor:    Narciso. Antonio Méndez Pérez










     En las orillas del río Manamo, en una choza de palmas, rodeada de altos cocoteros, guayabas y bucares en flor,  vivía un niño de ojos grandes, tez cobriza y pelo lacio negro, negrísimo de indio.. El niño todas las mañanas contemplaba y se miraba en su río y el río de aguas plateadas, se miraba  en los grandes ojos del niño. Y el fluir de las aguas se convertía en voces que el niño entendía.
 
      En una tarde  arcoirizada de iluminado amarillo, suave azul y rojo encendido, una bella pareja de arrendajos posáronse sobre la verde esmeralda de una rama de mango florido y alumbrados por la luz  tricolor, comenzaron a tejer su colgante nido y al reflejarse en las plateadas aguas,  el río dijo:  -Libres, alegres, volando, haciendo un nido de amor,  son hijos del cielo;  mas, enjaulados por malvados, no son pájaros son tristes prisioneros. Mientras hablaba el río, el arrendajo volaba hacia todas partes y traía  pedacitos de juncos y hojas secas;  pico a pico  se los entregaba a su pareja  y ella, contenta, amorosa,  tejía y tejía...

     El niño que los contemplaba, sintió por ellos una gran admiración  y les dijo:  -  amigos, vengan, vengan con migo a mirarse en mi río.

-Ustedes, maravillosas  alas al viento, son quienes construyen el viviente mundo y le dan todo el esplendor a la vida. - Dijo el eterno y sabio río; luego silencio sus aguas  y se quedo pensativo.

- Después de decir tan bellas y sabias  palabras, ¿por qué callas? Preguntó el niño.  -Ah!  Porque es triste saber que existen pájaros que roban nidos y humanos  las cosechas de los agricultores y asaltantes que le quitan el jornal a los trabajadores- Replicó acongojado, el río.

                                

Las voces del río hicieron sentir al niño, un ferviente deseo de ayudar a todos los seres trabajadores de la tierra y les dijo a los arrendajos:    - Quiero ayudarlos, amo el color de sus plumajes y la agradable música de sus cantos.  Seamos amigos. Siempre amigos. 

    - Si quieres ser amigo, no cortes las ramas donde hayan nidos - Le aconsejó el río.  

    El arrendajo y su compañera continuaron construyendo su nido.  El niño, al ver que los arrendajos no le hacían caso a sus palabras, comenzó a dar palmadas: Pla. Pla.  y emitió sonidos boom, boo,  bom. bum buum. buuu. Descuida amigo, ellos tienen prisa, quieren terminar su casa  antes de que llegue la noche y el frío de fuerte brisa.- Se oyeron  correr voces, sobre las suaves corrientes de las aguas del río. Al día siguiente, en la mañana, cuando comienzan los tibios rayos del sol a evaporar  las cristalinas gotas del rocío, con el alegre y nítido  canto de los pájaros; se oía  un ruido muy particular. El niño salió corriendo y vio con asombro, como el arrendajo abría su pico y repetía palmadas y voces que el día anterior él, le había  emitido, el arrendajo al verlo, alzó el vuelo y se interno en la selva, en busca de alimentos para su compañera.
El niño le preguntó al río.
-¿Porqué imitó mis voces y mis palmadas? 
- Igual que tú me miras, y yo reflejo tu rostro amigo. - Contestó el río. 



                                                 

Después de pasar un tiempo, dos pajaracos comenzaron a rondar el nido y trataron de llevárselo pero el niño, con una rama lo defendió de los pájaros invasores. Los avechuchos se alejaron; pero egresaron con más animalejos de su clase.


 
El niño nuevamente defendió el nido; pero eran tantos los pajarracos que casi no podía con ellos,  ya los animalejos lo atacaban a él picoteándolo por todas partes...-

       
                 

    En ese instante apareció el arrendajo y al ver a su nido, su compañera y al amigo en peligro, comenzó a cantar fuertemente:  - piumm...piumm..piumm.- De todas partes llegaban arrendajos con sus picos bien afilados y comenzó una verdadera batalla aérea. Raudos y veloces los arrendajos atacaron a sus enemigos 
 

 El cielo se cubrió de plumas multicolores, de alas que cortaban el viento y cuerpos que iván y venían, apagando y encendiendo el sol.

 Los pajarracos huyeron, se fugaron despavoridos, como todos los malvados  cuando se ven perdidos.






 El plateado rió, con sus aguas y su corriente entonó una alegre canción:

Pájaros y humanos,

han aprendido

que a rapaces y pillos

deben combatir  unidos

                         Siempre unidos...

Ahora a orillas del río Manamo, los árboles, los pájaros y el niño, cantan, trabajan alegres y son felices. ..“Colorín” “colorao”, este cuento se ha  “terminao”.



                                        

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Narciso A. Méndez Pérez. Tlfno: 0416-826.6071.

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